
Capítulo XI by Little One
Hube de contener la respiración un par de veces al ver el plumero agitarse por delante de mis narices, pero por suerte (por buena suerte, se entiende) no se paró frente a mí en ningún momento. Conseguí respirar cuando comenzaba a ponerme azul, un azul que quedaría muy bien en cierto desconchón del techo.
Asistí atento, y en cierto modo divertido, a la lista (larga por cierto) de acusaciones y pruebas: Piko y su olor a vino, Megatorpe y sus manejos en la sombra, Caronte y sus graffitis, Mirella y sus macetas, Delirio y sus poesías (aunque la tal Gonzala la descartó por algo que no alcancé a entender ya que estaba distraido limpiando unos vasos), el caballo pelirrojo y su passport…
(Apuntador Susurrante [Parece el nombre de un heroe, oh algo])- No, estúpido, caballo no.
(Littleone Susurrante También)- ¿Ah, no?
(Littleone Sin Susurrar)- Quería decir camello, camello pelirrojo.
(A.S.)- Que no, que tampoco es eso.
(L.S.T.)- ¿Se puede saber que es entonces?
(A.S.)- Cabello… C-A-B-E-L-L-O
(L.S.T.)- Ah, vale…
(L.S.S.)- Era un C-A-B-E-L-L-O
(L.S.T.)- ¿Lo he dicho bien?
(A.S.)- ¡¡ÑGFDSFKDSF!!
(L.S.T.)- Si no deja de morder el guión no le entenderé… Además, se está poniendo rojo. Seguro que es indigesto. En fin, seguiré… Como iba diciendo la acusación al C-A-B-E-L-L-O (que bien me sale) pelirrojo y su passport…
(L.S.T.)- ¿Cómo se puede acusar a un C-A-B-E-L-L-O? Eso es una tontería.
(Apuntador Susurrante Olvidándose de Susurrar)- ¡¡Sigue de una vez con la maldita historia!!
Bueno, como se ponen algunos, en fin, que siguió la lista de acusación con Scatha, el gusano okupa. Un vaso estuvo a punto de caérseme de las manos cuando se hizo mención de mi nombre. Todas las miradas (pocas, pues casi todos dormitaban) se clavaron en mí. Permanecí impasible mientras escuchaba las acusaciones. Pronto (y yo paso el paño), aunque a mi me pareció larguísimo (como las piernas de SABINA), siguió con la lista de acusaciones.
«Aquí no se salva ni el gato»- pensé, pero la que no se salvó fue la gata Samantah, en este caso.
Mientras Gonzala continuaba con sus acusaciones, y su nariz roja, me puse a pensar. ¿Cómo había sabido que mi verdadero nombre era Little Juan? Bueno, ¿lo era? Descarté esa cuestión rapidamente puesto que no necesitaba más dudas de las que ya me acosaban. ¿Por qué diablos tenía yo un hueso del perro pachón? Pero lo que más me preocupaba era como sabía que habia vaciado todas las botellas. ¿Quedaría al descubierto mi intención de convertir en adictos al agua a todos? ¿Mi plan de gobernar se iría al garete? ¿Cómo era posible? Todo estaba planeado, hasta el último detalle. Pero no, estaba demasiado cerca y… ¡¡¡¡GOOOL!!!! De pronto mis pensamientos quedaron interrumpidos por un súbito grito que brotó de la garganta de una de las personas asistentes a la reunión.
Todo el mundo despertó intentando no aparentar que estaban dormidos acusando al de al lado mientras los del FBI aparentaban 20 años más. Busqué alrededor de la sala el origen del grito y me fije en alguien que no miraba alrededor mientras intentaba denodadamente apagar una radio…
– ¡Ahí está! – grite.
– ¡La Puerta de Alcalá! – un coro de voces respondió.
– No, mastuerzos. Bueno, sí, esa también pero me refiero a esa persona.
Todos siguieron la dirección de mi dedo, que luego torció a mano izquierda y se quedaron mirando a un personaje que pisoteaba una radio que seguía radiando (curioso que las radios radien los partidos mientras que los televisores los televisan, ¿verdad?) un partido de fútbol para acallarla.
Nota de Abulafia: Y hasta aquí llegó el relato en su momento. Ahora tocará terminarlo como sea. Lo cierto es que lo recuperé sin leerlo, si hubiera sabido que no terminaba y que me tocaba currar más lo hubiera dejado en el cubo de la fregona, donde lo encontré. Disculpen el olor a lejía pero que sepan que huele a guerrero.