Publicado por primera vez el 31 de agosto de 2004
Es cierto que yo, como el gran Groucho decía, tampoco pertenecería a un club donde me admitieran pero sí puedo amueblar un cuarto de baño con estanterías para que parezca un salón y organizar una fiesta de disfraces allí y eso, ¿a dónde nos lleva? A ninguna parte pero ¿quién quiere ir a alguna parte disfrazado de patito feo habiendo una fiesta enorme en un lavabo? Yo no, por supuesto, y seguramente tampoco ninguno de mis gatos. Eso dice mucho a favor de los felinos y poco para los patos. Desde el pato de Varsovia que el mundo no ha vuelto a ser el mismo, ahora el mundo se parece a mi tía Colette y ya ni siquiera me parece redondo, como aquellos discos del coñac Fundador. Podría pasar horas hablando del mundo pero nadie me escucharía y es que la gente es sorda, todos son sordos menos los sardos, que son de Cerdeña.
La vida es un círculo, el amor un triángulo, el tiempo una línea recta y la amistad una tangente por la que salirse, siempre me gustó la geometría y una buena copa de Grand Marnier -con sólo un cubito de hielo, por favor-. Mi profesor jamás entendió eso, conseguí aprobar licorería pero me suspendió cuando no pude demostrar que la Hipotenusa vestía fatal y que, además, estar liada con dos catetos era una grosería audaz. Tampoco aceptó que una esfera es perfecta unicamente mientras no llegue un chapucero y pise uno de sus polos. Los polos opuestos se atraen, los que son iguales se repelen porque son unos aburridos que de pequeños no pudieron jugar con la play 2 y jamás han conseguido superar eso.
Fueron malos tiempos aquellos en que la geometría se abastecía de escuadra, compás y cartabón, ahora ya no existe eso, ha pasado al museo de los museos o están empeñadas en aquella vieja lavandería china donde mezclaban el jabón de Marsella con chop-suey y pan de gamba, los chinos no captaron la profundidad de la perspectiva pero debió ser, sin duda, por tener los ojos oblícuos. Para trazar una línea recta bien recta hay que estar sobrio o tener una gran suerte, quizás una regla ayude pero odio las reglas y las normas; he ahí cómo me he encontrado con la norma de mi zapato y ya sé dónde me aprieta. Grafistas de retrete, dirían algunos, chulescas disertaciones, apuntaría otra y lo malo de apuntar es que a veces puede dispararse salvo que apuntes con un lápiz.